Manifiesto peregrino


Aquí estoy.

No estuve. Ni estaré.

Aquí estoy.

No allí… ni allá.

Aquí estoy.


El peregrino salió a caminar.
Dios era el camino.

Caminó en busca de un sitio en el cual poder sembrar su jardín…
y se dio cuenta de que él es ese sitio.


Cuando el peregrino se pierde en Dios,
no necesita volver para hallar el rumbo que ha perdido;
pues Dios es el camino.


Esta pintura de mi madre muestra una carreta con su carga, esperando pacientemente en algún sitio del Camino de Santiago. Me recuerda los primeros versículos del capítulo 12 del Génesis, cuando el Señor dice a Abrahán:

Vete de tu tierra,
y de tu patria,
y de casa de tu padre,
a la tierra que yo te mostraré.
De ti haré un gran pueblo,
te bendeciré,
y engrandeceré tu nombre
que servirá de bendición.

Abrahán se marchó con todo lo que tenía… salvo esas tres cosas: su tierra, su patria y la casa de su padre.


A ti, peregrino,
que lo has dejado todo
para salir a caminar

Has escuchado la voz de Dios.
La voz que brota y crece, y florece, dentro de tu alma.
Y no has podido quedarte quieto.
Has tenido que salir.
Has tenido que marcharte.

Dejas tu tierra atrás.
Dejas atrás lo que hasta hoy has sido, en este mundo terrenal.
Dejas atrás lo que hasta hoy ha sido tu identidad, tu pequeña parcela de tierra, en la cual has cultivado –a veces con paciencia, otras con prisa- las semillas y anhelos que día a día han dado forma a lo que hoy llamas tu vida.

Dejas tu patria atrás.
Dejas atrás todo aquello que te rodea, y que año tras año te ayudó a definir tu personalidad. Dejas atrás tu contexto: todo lo que alguna vez te sirvió de apoyo para definir quién eres, hoy no te acompaña en el camino.

Dejas atrás la casa de tu padre.
Dejas atrás la herencia que te corresponde. Dejas atrás tu apellido.

Pues no puedes caminar si cargas con todo eso.
La mochila del peregrino es demasiado pesada si lleva dentro apellido y herencia, pues éstos nunca vienen solos:
con ellos viene todo lo que tu familia espera de ti.
Si llevas en tu mochila las expectativas de tus padres, llevarás también en ella las expectativas de los suyos, y de un millar de abuelos, tíos y amantes.
Por eso, el caminante no debe llevar la herencia en su mochila.
El peso lo dejaría atado al punto de partida.

También pesa la patria, en la mochila.
Si lo que te define no es tu propio ser, sino el sitio en que vives,
estarás siempre atado a ese sitio.
Deja atrás, peregrino, todo lo que tu padre, tu patria y tu pasado esperan de ti;
no tienes que dejar de amarlos, pero déjalos en su sitio,
y camina tú en busca del tuyo.

Mientras caminas, te sostiene una promesa; te sostiene la fe.
Abrahán caminó con su corazón firmemente apoyado en la promesa de Dios.
¿Cuál es tu promesa, peregrino?
¿Cuál es esa bendición que esperas de Dios,
y que hará de tu vida algo aún más grande
de lo que hasta hoy ha sido?

No debes olvidar que lo imposible no es límite para las promesas de Dios.
La promesa que Dios hizo a Abrahán era imposible.
Su esposa era estéril, y él era viejo.
Tu fe no debe sostenerse en lo que crees posible o probable…
pues entonces caminarías sin contar con otra cosa que tus propias fuerzas.
Dios no te promete algo que tú de por sí ya podrías conseguir;
para eso ya estás tú.
El oficio de Dios es lo imposible.
Lo posible, ya lo puso Él en tus manos desde que te creó.


Y cuando hayas dejado atrás tu pasado, verás que el futuro también puede ser una pesada carga en tu mochila. Por eso Dios, que un día pidió a Abrahán salir a caminar, otro día le pidió que subiera al monte y le entregara a Isaac, su hijo, el fruto de la promesa. Y la respuesta de Abrahán fue:

Aquí estoy.

Y Abrahán subió al monte, triste y confundido. Y regresó al tercer día, y su boca se llenaba de risas, y sus labios de cantares de alegría. Pues aún traía a su hijo en brazos, aún traía en brazos la promesa de Dios, pero ahora envuelta en un manto de bendición.

No camines, peregrino, atado al pasado ni al futuro.
Pasado y futuro son estacas firmemente clavadas en el suelo,
que no te dejan caminar.
Camina con los pasos de la fe, que sin necesidad de llevar el pasado a cuestas, se apoyan en las promesas que Dios te ha hecho.
Camina con los pasos de la esperanza, que sin necesidad de llevar el futuro a cuestas, se apoyan en la certeza del cumplimiento de esas promesas.
Camina con los pasos del amor, que no mira quién va delante o detrás,
sino al que va caminando contigo.

Y si el sendero parece volverse contra ti, y maltrata tus pies con pendientes, piedras y espinas, canta este salmo:

Al marchar iba llorando,
llevando la semilla…
¡Al volver vuelve cantando,
trayendo sus gavillas!

*

Ama al camino, peregrino.
Ámale con tus pies,
y no temas acariciarle con tus pasos.
Escúchale, pues el camino te hablará con su brisa
y con el canto de los pájaros.
Y con el silencio, que es maestro.

El otoño colocará a tus pies una alfombra de oro.
El invierno llenará tu mirada de la más blanca pureza.
La primavera te envolverá con una corona de flores…
y el verano será una lámpara encendida en tu ser.

Ama al camino.
Te lo aseguro…
el camino ama al peregrino.



Génesis 12, 1-2; 22, 1-19.
Salmo 126.

Dibujos: Quebrantahuesos. Ana Trejos.
Fotografías de Ana Trejos, realizadas en algún sitio del Camino de Santiago. 2011.
Boceto de Ana Trejos, realizado en algún sitio del Camino de Santiago. 2009.
Pintura: Carreta en Hontanas, Burgos. Ana Trejos. Óleo sobre lienzo. 2012.

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